INTRODUCCIÓN.
Me imagino que en más de una película china de artes
marciales habréis visto como el protagonista o uno de los personajes
secundarios lucha usando como arma un abanico, no penséis que es una
de las bromas o exageraciones que se suelen hacer en este tipo de películas, el
abanico de combate es una más de las armas del extenso arsenal de las artes marciales chinas.
HISTORIA.
El primer abanico de la historia de la humanidad nació en China, y sus orígenes
son tan antiguos que se mezclan con la leyenda.
Cuentan los chinos que hubo una época, ya muy lejana, en la cual las doncellas no podían mostrar su rostro en público, al igual que en otras culturas orientales. Por esta razón, cuando aparecían en presencia de personas ajenas a la familia, se cubrían el rostro con una vistosa y ornamentada máscara
La
leyenda continúa diciendo que un gran mandarín dio una gran fiesta con
innumerables invitados en una calurosa noche de verano. Este alto funcionario
imperial tenía una bellísima hija llamada Kan Si, la cual, sofocada por el
agobiante calor, se mostraba inquieta, ya que de buena gana se quitaría la
máscara que cubría su rostro para, así al menos, airear su cara, pero las
reglas sociales se lo impedían. Después de mucho pensar llegó a una solución satisfactoria
para todos, se desprendería de la máscara y se la acercaría y
alejaría rápidamente de su cara de forma que nadie le viera el
rostro, con lo que no violaba la norma social, pero también de forma que éste
estuviera, por momentos, aliviado de la máscara. Resueltamente optó por
practicar lo pensado y comprobó que el remedio era mucho mejor de lo que había
supuesto, pues al batir el aire con la máscara, el rostro recibía el aire
desplazado y éste se refrescaba rápidamente.
En
las siguientes jornadas Kan Si mandó fabricar los primeros y primitivos
abanicos rígidos, muy parecidos a los hoy llamados paipay, ya que rígida era la
máscara que le dio la idea.
Según
los últimos estudios de los eruditos esta leyenda data de mediados de la
dinastía Chou (1122-255 a.JC), aunque otros sitúan el nacimiento de
este primitivo abanico en fechas posteriores. Sea como fuere, el descubrimiento
de Kan Si se extendió rápidamente por toda China y llegó un momento en que la
costumbre de abanicarse sobrepasó las fronteras chinas y se propagó por todo el
mundo oriental.
Posteriormente
se desarrolló en Japón el abanico plegable tal y como hoy lo conocemos, y al
que los japoneses llamaron sentsu.
Prontamente
el sentsu se fundió con el sentir del pueblo japonés, de tal forma que
se podían contemplar abanicos tanto en los campos de arroz como en las casas de
té o en las representaciones de teatro Kabuki; y no lo usaban tan sólo para
darse aire, sino que crearon un complejo lenguaje con el movimiento del abanico
para darse secretos mensajes. También se usaban como adorno dentro de la casa,
para lo cual se escogían los más bellamente decorados.
El
sentsu estaba constituido de diferentes varillas fabricadas de una madera de
gran calidad llamada hinoki. Cada abanico solía llevar un número
determinado de varillas ya que por el número de varillas se podía saber la
importancia social del portador, pues a más varillas mejor posición. El abanico
con mayor número de varillas, treinta y nueve, pertenecía a la emperatriz.
A
pesar del éxito del abanico plegable, el abanico rígido no desapareció en
Japón, pues se siguió usando como estandarte y señal de autoridad por los
militares de importancia, incluso en la actualidad se sigue usando en los
combates de Sumo, siendo portado por los árbitros de este deporte.
Con posterioridad los japoneses idearon un abanico con el marco y las varillas de metal al que llamaron tessen.
El nacimiento del tessen fue el resultado de la necesidad que tenía el samurai
de saberse protegido constantemente: en la antigüedad existía en
Japón una costumbre social impuesta, que decía que cuando un samurai era
invitado a entrar en una casa debía dejar en la entrada sus armas y sus
sandalias; las sandalias se dejaban para no manchar el piso de tatami, y
las armas como símbolo de que el samurai confiaba en la buena
disposición de su anfitrión; la no observancia de esta
regla equivalía a la pérdida del honor. Cuando el recién llegado
penetraba en la estancia y era invitado a ponerse cómodo, éste se sentaba
arrodillado sobre los talones, dejaba el abanico plegado ante él, a unos
treinta centímetros de sus rodillas y paralelo a sus hombros, y hacía una
inclinación de cuerpo y cabeza a modo de reverencia en honor al dueño de la
casa, poniendo las manos planas sobre el tatami a ambos lados del abanico; de
esta forma el invitado quedaba indefenso ante el anfitrión, sin armas y en una
posición incómoda. Si en ese momento el dueño de la casa decidía atacar
insidiosamente a su invitado, éste seguramente quedaría muerto ante sus pies.
El portar un abanico de hierro en esos instantes marcaba la diferencia entre la
vida y la muerte, ya que con él podía bloquear fácilmente los golpes
de katana, e incluso atacar con él.
No se sabe exactamente cuando nació el tessen pero indudablemente fue
antes del siglo X, ya que tanto el abanico cortesano, el sentsu, como el
de combate, el tessen, llegaron a China, a través de Corea, en la
dinastía Sung (960-1279 d.JC).
A su llegada a China, el abanico de metal se estilizó y perdió peso, pues el tessen
japonés llegaba a pesar entre kilo y kilo y medio de peso, con lo que su
manejo era muy pesado y lento, con golpes muy secos, al sentir japonés,
mientras que el sentir chino antepone la velocidad y los movimientos circulares
y floridos a la pesadez y los golpes rectilíneos, aunque estos tampoco se
desdeñan.
A partir del tessen japonés se desarrolló el Gun Sen, o
abanico corto de combate, y el Seuih Sau Sinh, o gran abanico de
combate.
DESCRIPCIÓN.
El Gun Sen y el Seuih Sau Sinh
son prácticamente iguales, tan sólo se diferencian en el tamaño, y en
que en el caso de Seuih Sau Sinh, las varillas son de madera, tan sólo
es metálico el afilado extremo de las varillas.
El
abanico chino de combate se compone de una serie de varillas de hierro,
afiladas en su punta, unidas por medio de dos piezas semicirculares de tela,
seda o piel que la emparedan; dichas varillas se aseguran en la cabeza con un
pequeño clavo quedando unidas de tal forma que pueden desplegarse o plegarse,
abriéndose en semicírculo o cerrándose formando una línea. En general, la
primera y la última de las varillas tenían un mayor grosor y cuerpo; a veces se
afilaba el primer tercio de los bordes laterales superiores de estas varillas
extremas. Algunos abanicos especiales tenían la capacidad de poder desprender
algunas de las varillas para poder ser usadas como dardos, sin perder el resto
su eficacia.
Los
expertos en el manejo del abanico de combate a veces usaban abanicos normales
con igual pericia y con tan buenos resultados como con los metálicos.
LA TÉCNICA.
El abanico de combate puede usarse de dos formas claramente diferenciadas:
plegado y desplegado.
* El
abanico plegado. Las técnicas ofensivas consisten en usarlo como una porra,
para golpear con los laterales de este de forma devastadora; estos ataques se
suelen hacer a las zonas óseas del adversario, sobre todo a la cabeza y a las
costillas. También se puede punzar con los extremos del abanico, sobre todo a
los puntos vitales, buscándose generalmente la garganta, las costillas o los
genitales.
Las
técnicas defensivas consisten en bloquear con el abanico los golpes del
adversario, ya sea un brazo, una pierna o un arma, con la ventaja de que, si se
bloquea un miembro del contrario, este, como mínimo, recibe un gran daño y, a
veces, incluso se puede quebrar el hueso, sobre todo cuando se bloquea
golpeando las muñecas o los tobillos del enemigo.
También
se pueden hacer enganches y agarres usando el abanico como palanca y apoyándose
con el antebrazo.
* El
abanico desplegado. Las técnicas ofensivas incluyen desgarros y tajos con
los afilados extremos de las varillas, cuando se usan técnicas circulares, y,
utilizando el abanico con técnica rectilínea se puede clavar en el cuerpo del
contrario. Estos ataques se suelen hacer a las zonas más sanguíneas del cuerpo
(cuello, axilas, ingles, genitales...) para que la pérdida de sangre se
traduzca en una menor eficacia del enemigo.
Las
técnicas defensivas consisten en bloquear los golpes del contrario con el
cuerpo del abanico (las varillas desplegadas), como si este fuera un escudo;
esta técnica era especialmente efectiva cuando se usaba para frenar
los ataques de pequeñas armas arrojadizas, como dardos o monedas afiladas.
El
paso del abanico desplegado al plegado y viceversa es sencillísimo y rápido:
para abrirlo se empuja con el dedo pulgar hacia la derecha y se termina de
abrir con un simple movimiento de muñeca; para cerrarlo es aún más sencillo,
simplemente se hace el movimiento de muñeca hacia el otro lado. Por todo ello
el combate con abanico se traduce en un bonito espectáculo, abriendo y cerrando
el abanico según las circunstancias del combate.
En
la antigüedad algunos expertos también usaban el abanico para
deslumbrar al adversario para lo cual incrustaban en el cuerpo del abanico
(sobre la tela) finas placas de metal pulido, en el que los rayos solares
reflectaban por el efecto espejo.
Otros
expertos ataban un cordel a la cabeza del abanico (donde se engarfia el clavo),
con el fin de poder usarlo como arma arrojadiza (tanto plegado como
desplegado), y poder recuperarlo con simple tirón en caso de fallar el tiro.
FINAL.
El estudio del manejo del abanico de combate debe ser primordial para el
estudiante de Kung Fu, ya que, además de ser extremadamente su manejo, su
efectividad está más allá de toda duda: un simple abanico nos puede sacar de
muchas situaciones apuradas.
F. Javier Hernández Pérez
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