El presente texto, en su mayoría, ha sido publicado anteriormente en otros lugares (los cuales indicaré al final de su redacción), pero me gustaría adjuntar antes, a modo de presentación, la que me hizo el editor de la revista española de artes marciales y deportes de combate: “Dragonz Magazine” cuando publicó la primera versión de este texto, el cual verás ampliado en este lugar. Aprovecho para indicar que la fotografía que se puede ver aquí es la que ilustró el texto original en esa revista.
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“Francisco Javier Hernández, ¡como describirle!, es simplemente una eminencia en el mundo de las artes marciales, una de las personas que junto a Pedro Conde más ha influido en la formación de los artistas marciales españoles de los últimos cuarenta años, a través de sus magníficos artículos en las revistas del género. Cuando contacté con él –o él contacto conmigo, ya no lo recuerdo- (fue él quien contactó conmigo y me propuso escribir en su revista), no podía creer que fuera a escribir para “Dragonz Magazine”; su apoyo incondicional, desde el número 1, ha sido muy importante para mí. Pero es que además, detrás de sus textos, existe una historia de superación personal, que al igual que la de Juan Hombre, Mario Padilla o Raúl Gutiérrez, va más allá de lo humano, y es sin duda por sus años y años de preparación en las artes marciales. Por su actitud.”
Ignacio Serapio.
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EM = (C + H) x A. Con esta fórmula expreso que la Eficacia Marcial es igual a la suma de los Conocimientos técnicos y las aptitudes y Habilidades físicas multiplicadas por la Actitud, en la cual el parámetro más importante es la ACTITUD. El presente texto presenta un ejemplo de actitud, la actitud que siempre he tenido ante la vida.
Mi primer acercamiento a la cultura oriental
fue con doce años, cuando cayó en mis manos un texto de filosofía china gracias
a mi tío Gregorio. Ahí comenzó mi pasión por Oriente en general y por China en
particular.
Cuando comprendí que las artes marciales chinas
eran un reflejo de su filosofía fue cuando me interesé por estas, pero había
varios problemas. El primero, que en 1971 solo se enseñaba en España Judo y
Karate y no las artes chinas que yo quería aprender. Y, segundo, que mis
aptitudes y capacidades físicas eran nefastas… ya que con doce años ya pesaba
ciento siete kilos debido a una obesidad mórbida congénita.
Esto no me detuvo, pues mi actitud, mi
voluntad, siempre ha sido fuerte, por lo que en 1973, a los quince años,
comencé a entrenar Judo y Karate Shotokan a un tiempo, intentando suplir lo que
no tenía.
Un año después tuve una gran suerte. Un amigo
y compañero de instituto (Miguel Aragón) me indicó que estudiaba desde hacia
dos años el estilo Chino-vietnamita Yô Kung-fu (fundado por Yuen Manh Tchen, un
maestro afincado en Francia, al cual entrevisté años después) cuando acudía en
los meses de veraneo a su escuela, y que necesitaba un sparring para practicar
con el fin de no olvidar conocimientos hasta el siguiente año. Al saber de mi
pasión por las artes marciales y filosofía china, me propuso enseñarme lo que
sabía mientras le ayudaba en su entrenamiento; a esto le siguió, con el tiempo,
el aprendizaje de las bases del estilo Chu Ji Chang Ch’uan de manos de Chen, un
camarero del restaurante chino de mi amiga We-wei, al cual enseñaba, como
intercambio técnico, lo que aprendía con Miguel, que también se aprovechaba de
los conocimientos de Boxeo Largo que yo le trasmitía.
En 1976 conocí a Jesús Esteve, cuando este
hacia el servicio militar en el Ministerio del Aire de Madrid, el cual me
trasmitió sus conocimientos de Shang Chi’Do Ch’uan, al tiempo que yo le
enseñaba lo que había aprendido hasta la fecha. Jesús posteriormente sería
considerado como uno de los pioneros del Departamento de Kung-fu de la
Federación Española de Karate y maestro de Sang-Pu.
Además de esto continué estudiando todo lo
que caía en mis manos sobre filosofía, cultura y artes marciales chinas, pero
también japonesas, coreanas… supliendo mis escasas aptitudes físicas con el conocimiento
técnico-marcial y anatómico, pues comprendía que cuanto más supiera sobre los
secretos de cómo y por qué funcionaban las cosas a nivel técnico y anatómico
podría potenciar mi físico, llegando a conseguir una elasticidad envidiada por
muchos a fuerza de mucho trabajo, sacrificio y dolor.
A finales de 1977 conseguí mi primer cinturón
negro y dos años después admitieron publicar mi primer artículo en una revista
especializada (“El estudio del Tao”
en la revista decana española de artes marciales: “El Budoka”).
En 1980, tras una intensa entrevista con el
editor Mariano Alonso (Dios le tenga en su Gloría) entré a formar parte de la
redacción fija de la revista española de artes marciales “Dojo” en donde publiqué cientos de artículos hasta que desgraciadamente
tuvo que cerrar hace pocos años. Esto no me impidió publicar en otras muchas
revistas (españolas y extranjeras), como “Cinturón
Negro”, “Top Boxers”, “Ring & Tatami”… y en los últimos
tiempos en “Dragonz Magazine” y “Espíritu Guerrero”, con mi nombre o bajo
pseudónimo.
Gracias a “Dojo” tuve la facilidad de conocer y entrenar con innumerables
maestros, lo cual me hizo evolucionar y demostrar que una persona obesa, con
voluntad y actitud, podía ser un excelente artista marcial.
Cuando conocí a Jhon Fanning, maestro de Ming
Ch’uan, también obeso, me reafirmó en mi actitud positiva y, tras largas conversaciones,
surgió la semilla de atreverme a fundar mi propio estilo, pues mi conocimiento
superaba las restricciones de uno solo, pues ya era cinturón negro en varias disciplinas
y profundo conocedor de la filosofía y conceptos teórico-prácticos de varios
estilos chinos. Por todo ello, en 1984 comencé a fundar las bases de mi estilo,
aunque no fue hasta finales de 1986 que no asenté plenamente sus bases técnicas
con personalidad propia. Ahí nació el Ming Ch’uan Chai T’ien (El Boxeo Esplendoroso del Clan Celestial),
el cual incluye en su nombre las palabras Ming Ch’uan (con distinto
significado), como homenaje respetuoso a aquel que me animó a fundar mi propio
estilo, pero no hay que pensar que sea una derivación del Ming Ch’uan de Fanning,
pues es un estilo completamente distinto.
Parte de la gestación de mi estilo la pase
“en dique seco” estudiando, fundiendo todo mi saber en conceptos claros y
específicos, mientras estaba convaleciente de una grave lesión sufrida durante
mi servicio militar realizado en la Brigada Paracaidista de Tierra (BRIPAC),
allí, durante unas maniobras sufrí un gran traumatismo que me desplazó la
rótula izquierda, afectando los ligamentos periarticulares. Los médicos
indicaron que si no me operaba la rodilla en un par de años acabaría andando
con ayuda de bastón, pero mi voluntad y actitud no estaba por la labor, con
ejercicios específicos de wei-cheng/chi-kung logré que la rodilla se recuperara
lo suficiente como para hacer de apoyo cuando pateo con la derecha.
No acabó ahí la cosa, con el tiempo tuve una
tromboflebitis en la pierna izquierda, con graves problemas vasculares que
hacían que las venas reventaran con grandes y graves hemorragias, que tuvo como
resultado el pasar por quirófano para extraer la vena safena interna desde el
tobillo hasta la ingle, con todo lo que esto acarrea, pero mi actitud se
mantuvo y seguí entrenando y aprendiendo. Ni los problemas de salud ni la fundación
de mi estilo frenaron mi evolución marcial, pues seguí estudiando y trabajando
en pro de las artes marciales. Con el cambio de siglo pesaba ciento cincuenta y
seis kilos, poseía titulación de monitor de Boxeo Inglés, cinturón negro (o su
equivalencia) en varios estilos chinos (incluyendo el Wu-shu Moderno), deportes
de combate, arnis filipino…, además de ser Presidente de la Asociación Española
de Kung-fu, Vicepresidente de la FECAACYM, Director de Organización de la
Federación Española de Kick-Boxing (FEKB), miembro de sus Tribunales de Grados…
y siempre demostrando que la actitud supera a la aptitud. (Puedes ver parte de
mi curriculum actualizado en la sección: “Presentación
del autor”, dentro de este Blog).
En el mes de agosto de 2013 mi actitud tuvo
un gran reto… tras unas horas de fuertes dolores abdominales, y tras acudir al
servicio de urgencia del hospital, detectaron que tenía una oclusión intestinal
producida por un cáncer de colón que obligó a los cirujanos a intervenir en
cuanto quedó un quirófano libre. Allí me extrajeron un gran tumor situado en el
colón transverso y tuvieron que proceder a hacerme además una colostomía, esto
es, fabricar un ano artificial a nivel abdominal para que las heces salieran al
exterior y se almacenaran en una bolsa plástica que se iba cambiando de tiempo
en tiempo. El tratamiento no acabó ahí, sino que tuve que sufrir varias
operaciones más y pasar por un tratamiento de quimioterapia de seiscientas
horas (doce ciclos de cincuenta horas cada quince días). Muy duro, pero la
actitud me ha hecho superarlo con crecer.
Años después, con casi treinta kilos menos, los cirujanos me pudieron reconstruir el colon, librándome de la molesta colostomía, y continúo recuperándome, aunque uno de los componentes de la quimioterapia me produjo problemas neuropáticos (sobre todo en la pierna derecha) con fuertes dolores neurales y pérdida de equilibrio que me impiden patear como lo hacia antes, pero la actitud lo es todo, en dos años de tratamiento y operaciones, solo falté a cinco o seis de mis clases (programando las intervenciones quirúrgicas más graves en el mes de agosto para faltar lo menos posible), enseñando a mis discípulos con mi ejemplo.
(Hasta aquí transcribo lo indicado en las distintas publicaciones anteriores, tras lo cual modifico su conclusión al ampliar la información contenida con nuevos datos, ya que ha pasado un tiempo desde la aparición de esas publicaciones).
En la actualidad, en los últimos cinco años,
el dolor neuropático se ha incrementado, al que hay que sumar el producido en
las articulaciones por una artrosis degenerativa congénita muy avanzada (vaya
herencia genérica que tengo, entre el Síndrome de Lynch que provoca mi cáncer,
mi obesidad mórbida…, menos mal que decidimos no tener hijos que, sino, les habría
fastidiado su salud y calidad de vida), lo que da como resultado que ahora
apenas pueda andar, haya dejado de impartir clases regulares en centros
deportivos, y estoy considerado por los organismos oficiales como una persona
dependiente (de grado “dos” de cinco que tiene la escala de gravedad, siendo el
grado “uno” el más grave), reconociendo el Estado español que necesito ayuda
para desenvolverme en mi quehacer diario, menos mal que para escribir solo se
necesitan conocimientos y experiencia además de una cabeza despierta, cosa que
aún poseo. Aún me llaman maestros de diversas artes marciales para que imparta
cursos y ponencias, lo cual hago desde una silla (las segundas) o permaneciendo
en pie (los primeros), además de continuar haciendo demostraciones técnicas
(sobre todo ante maestros y cinturones negros de alta graduación), simplemente
soltando el bastón con el que me ayudo a desplazarme y realizando las técnicas
sin apenas moverme del lugar, lo cual me ha obligado a ser mucho más efectivo
con un mínimo desplazamiento, algo que, la verdad, me ha beneficiado (no hay
mal que por bien no venga), pues me ha hecho pensar y buscar soluciones en los
principios y conceptos técnicos más refinados, con lo que ahora soy mucho más
efectivo sin apenas moverme, algo de lo que se beneficia todo aquel que me ve y
analiza mis actuaciones (y los discípulos a los que enseño), demostrando que
sabiendo y comprendiendo el porqué se puede mejorar el cómo (hacer de que sea).
(Y ahora retomo el final del texto publicado
anteriormente, modificándolo mínimamente).
Las artes marciales, a cambio de mi actitud, me lo han dado todo: un objetivo en la vida, autoconocimiento, fortaleza de cuerpo y espíritu…, todo lo cual me reafirma en el convencimiento de que la actitud lo es todo, que nuestro entrenamiento nos endurece físicamente y nos enseña a admitir las cosas como vienen, luchando contra la adversidad y superando nuestras limitaciones, además, continúo aprendiendo (siempre insisto en que solo soy un estudiante con medio siglo de experiencia en el Camino Marcial, y por ello puedo mostrar a otros los errores que cometí y enseñarles como los corregí), continúo transmitiendo mi estilo y sus valores a mis discípulos y a sus alumnos, imparto ponencias de alto nivel junto a otros grandes maestros, continuo publicando artículos y libros… y la vida es maravillosa.
F. Javier Hernández.
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La mayor parte de este texto se publicó con anterioridad en la revista española de artes marciales y deportes de combate “Dragonz Magazine”, en su número 11, correspondiente al mes de noviembre de 2015 (con el título de: “Actitud y eficacia marcial”), y también ha sido difundida a través de Internet en las siguientes páginas: “Dragonz Martial Arts & Combat Sports” (el día 19 de septiembre de 2017) y “El Club del Cinturón Negro, Artes Marciales y Deportes de Contacto” (el día 13 de agosto de 2019, publicado por Pol García, con el título: “Javier Hernández, referente mundial de las Artes Marciales Chinas”), a cuyo texto se le agregó una pequeña introducción (“El Maestro Francisco Javier Hernández ha publicado más de mil artículos sobre el mundo marcial, además de ser uno de los pioneros del Kung-fu en España. Nos hacemos eco de las palabras de Ignacio Serapio, editor de la revista “Dragonz Magazine”: Javier Hernández… ¿cómo describirle?...”), y a partir de ahí seguía el texto superior.
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Aprovechando que usé en el texto principal la fórmula: EM = (C + H) x A, incluyo esta otra: PC = SC + (C + E), esto es, el Pensamiento Correcto es igual a la suma del Sentido Común y a la dualidad Conocimiento y Experiencia, en donde el parámetro más importante es el SENTIDO COMÚN; por lo que con Actitud y Sentido Común podremos llevar una vida ordenada y fructífera.
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